Tuesday, October 02, 2007

Un día inolvidable.


Ni un solo día de nuestra vida transcurre sin que ocurra nada trascendente, ni un solo día carece de significado profundo, por anodina y monótona que nos parezca nuestra vida cotidiana, y lo mismo da ser costurera que una reina, un limpiabotas que una estrella del celuloide, un renombrado filósofo que un niño con síndrome de Down. Esto es así porque cada nuevo día nos ofrece la oportunidad de hacer algo por los demás, pequeños actos de bondad que pueden nacer de una voluntad consciente o de un impulso espontáneo. Cada uno de esos actos de bondad - aunque se reduzcan a algo tan elemental con decir unas palabras de aliento a quien las necesita, recordar un cumpleaños, hacer un halago que despierte una sonrisa - resuena a través de distancias y lapsos, alternando vidas totalmente ajenas a la de aquel cuyo espíritu generoso inició ese eco sin fin, porque la bonda se transmite y crece cada vez que pasa de unos a otros, hasta que, años más gtarde y muy lejos del punto inicial, un simple gesti amable se convierte en un acto de valentía y altruismo. Del mismo modo, cada pequeña maldad, cada de desprecio u odio, cada acto impulsado por la envidia o la amargura, por muy insignificante que sea, puede dar pie a otros actos de similar naturaleza, y es por tanto semilla de acabará transformándose en el fruto del mal y envenenando la vida de personas cuya existencia ignoramos y seguiremos ignorando. Todas las vidas humanas se hallan tan profunda e inextricablemente entrelazadas - la de los vivos, los muertos y las generaciones que están por llegar - que el destino de cada uno de nosotros es el destino de todos, lo que significa que la esperanza de la humanidad reside en el corazón y las manos de cada individuo. Por eso, después de cada fracaso, estamos obligados a buscar de nuevo el éxito, y cuando algo llega a su fin debemos esforzarnos por construir otra cosa nueva y mejor a partir de sus cenizas, tal y como hay que hacer con el dolor y el sufrimiento. Y cad adía debemos devanar el ovillo de la esperanza, pues cada uno de nosotros es un hilo vital en la trama del gran tapiz humano, y a nosotros nos cabe asgurar la existencia del mismo. Cada hora de nuestras vidas encierra un potencial tan grande - y a menudo tan ignorado - para cambiar el mundo que los grandes días por los que suspiramos desde nuestra eterna insatisfacción a menudo ya han llegado sin que nos hayamos dado cuenta. Todos los grandes días y las grandes oportunidades están presentes en este día inolvidable que es cada nuevo día.

Mirada Ciega. Dean Koontz.

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